viernes, 11 de septiembre de 2009

Pereza

Le ganaban por mucho las ganas de quedarse ahí. La sensación de flacidez en cada músculo de su cuerpo era un escalofrío más placentero que muchas noches. Noches que parecían llamadas a ser un festín carnal y habían terminado siendo un nada agradable roce mecanico donde el cigarrillo o el sueño intentaban opacar el saberse y sentirse “usada”.

“Usada”… siempre odió esa palabra. Incluso en las conversaciones con sus abuelas. Siempre despreció esa poco decorosa forma de llamar una faceta tan bella de su naturaleza femenina. Ella siempre se había sentido orgullosa de sus formas; siempre se había sabido poseedora desde joven de esa mirada que hacía a los chicos reírse y perseguirla, para luego llegar a hablarle tratando de hilar conversaciones interesantes que resultaban en un intento de aparecer como el “macho dominante” de la manada.

Pero hoy no necesitaba un “macho”, incluso un hombre hecho y derecho le parecía estorboso. Ella no quería sexo. No quería más compañía que su cama, sus sábanas y sus cobijas. Desparramar su cuerpo por la cama hasta el límite permitido por sus extremidades. En medio de tanto trabajo, de tantos compromisos sociales, de tantas responsabilidades, de tantas listas de “TO-DO”, se había encontrado sin querer este espacio en su propio mundo casi olvidado.

Había músculos que se estremecían: ella estaba segura de no recordar que estaban ahí o simplemente se había vuelto tan inconsciente de sí misma que era incapaz de identificar las sensaciones. Pero ahora no importaba hallar la causa de las cosas, sólo seguir disfrutando cada instante que se hacía eterno mientras se extendía casi lujuriosamente en la más pura exaltación del arte llamado “perezear” .

Ya habrá tiempo para el trabajo. Todas esas marañas de relaciones humanas tantas veces llenas de simulacros amables justificados por la supervivencia laboral. En fútbol le llamarían “camerino”, en las oficinas “etiqueta” o “ética profesional” (una “ética” muy mal entendida) y ya esos disimulos empezaban a ser pomposamente llamados “inteligencia emocional” aún cuando ella no estaba segura de poder determinar donde estaba tal inteligencia.

Todos esos códigos de comportamiento, todas esas formas disimuladas de expresar desacuerdo o envidia, tanta hipocresía la agotaba cada día un poco más. Siempre había tenido curiosidad de preguntar a los demás si alguien más era tan consciente como ella de lo ridículo de esa situación; de toda la energía desperdiciada en un juego de poder que no ayudaba a nadie a ser mejor.

-“Hasta pensar en eso me cansa… qué tonta soy” se dijo a si misma y se hizo un rollo humano en la cama.

Era curioso como esos minutos mentalmente se hacían eternos y muchas veces al decidirse a salir de la cama se daba cuenta de la finitud de los mismos y de la reacción en cadena que generaban en su horario. Pero hoy no importaba. Ella había decidido que eso no importaba más. De hecho nada le había importado más desde que cerró los ojos la noche anterior.

- “Ya casi es hora” … ya no podía evadir más las noticias de que le daba el reloj despertador: el atraso inevitable se volvía en alarmante y podría poner en peligro todas las seguridades de su vida. Todo al final estaba amarrado. En esos momentos ella se daba cuenta que sutilmente se había visto arrastrada a un sistema de vida planeado para ella casi hasta detalles tan nimios como si decidía tener hijos o no. Al final ella formaba parte de un engranaje superior que la suplantaría tan pronto fallara en cumplir sus tareas.

Solo en momentos como este ella se hacía consciente de la poca libertad real que tenía más alla de sus diálogos internos y de esos momentos de pereza eterna en la cama.

Y en estos breves instantes se daba cuenta que era “usada” en otras formas.

2 comentarios:

  1. Asombra tanta sensibilidad y empatía! Más o menos así nos movemos algunas. Las cosa es empezar a pegar fieros mordiscos de pereza y vagabundería. Resisttirse a ser usadas. Gracias por compartirlo!

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  2. De alguna manera siento que en este encuentras tu propia voz mejor que en el que sigue. Los primeros dos párrafos están un poco artificiales básicamente porque mezclas palabras que no calzan específicamente con el tipo de lenguaje y la cadencia que usas, como por ejemplo la palabra "chicos". Eso va con un lenguaje distinto.

    Los siguientes párrafos son simplemente supremos. Ritmo, lenguaje, las imágenes que llevas a la mente del lector... mucho con demasiado. De verdad!

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